No voy a hablar de los matices de la pirateria como medio para conservar propiedad digital a través de los años, no voy a hablar sobre si el DRM es recomendable o no, no voy a hablar sobre nada de eso porque ya muchos han hablado de ese tema y lo que se ha de decir ya se dijo.
Hablemos en su lugar de una historia distinta, de que lleva a alguien a utilizar la piratería como medio para jugar un maldito juego, que impulsa a algunos a comprar un R4 y amasar una colección de DVDs quemados.
Mi historia con los videojuegos es bastante curiosa. Mi primer contacto con ellos fue con un arcade de Sonic The Hedgehog en el lobby de un hotel de Santo Domingo en Merida. Mi primera consola fue un NES bootleg de aquellos que se promocionaban teniendo «¡400 juegos!» donde 300 eran hacks de Mario empezando en otro nivel y mi primer contacto con RPGs fue via un emulador de SNES en Windows 98 (Final Fantasy 4 cuando todavía era conocido como Final Fantasy 2). Mi primera consola fue un Game Boy Color, esos packs que traían Pokemon cuando Pokemon estaba literalmente en todos lados. Solo llegué a tener Pokemon Silver además de Blue antes de que dicha consola fuera robada, pero fue mi primer contacto con una consola «Oficial».
Desde joven aprendí que la ventaja de un juego original era que no debías jugar una lotería para que funcionara. Sea que hablemos de un ROM de Breath Of Fire 2 congelandose sin remedio luego de la zona con los monos o de una copia de FF8 que se congela luego de vencer a Ultimecia o un ROM de Radical Dreamers que simplemente no corre, o de la loteria al comprar un juego pirata de PS1 de si el juego correrá o no… nada de eso me ocurría con mis cartuchos de Game Boy Advance. Megaman Battle Network 2 nunca se me congeló y al comprar Warioland 4 no debía tener miedo de si el juego funcionaría o no. Como juegos originales en Play Station eran un caso perdido, decidí que solo tendría juegos originales en mi GBA.
Una navidad recuerdo haber pedido (Y recibido) Final Fantasy Tactics Advance, uno de los juegos a los que más horas le he dedicado y más veces he pasado. Años después mi papá me contó la historia del cartucho. Al parecer lo estuvo buscando en toda tienda que consiguió en Maracay y solo lo llegó a conseguir en la ultima tienda que encontró a las 6 cuando todo el mundo estaba cerrando cual película navideña.
…al parecer este fue el primer caso de lo que vendría luego.
Con el tiempo mis gustos evolucionaron en lo que son hoy (Lease: un maldito weaboo que le gusta juegos de los que nadie ha escuchado), así que cuando conseguí un DS la verdadera pelea empezó. Mi búsqueda por juegos que me llamaban la atención como la versión de DS de Megaman Battle Network 5 o esta cosa que vi en una revista llamada Devil Survivor eran inútiles. Cuando ví una copia de Izuna 2: The Unemployed Ninja Returns, hice hasta lo imposible por conseguirla porque sentía que no la volvería a ver… lo cual fue el caso. Lo mismo se repitió con Megaman ZX Advent para evitar el no encontrarlo luego como ocurrió con el Megaman ZX original. Y ni hablar de la ÚNICA copia original de The World Ends With You que vi y nunca más volví a ver en ningún otro lado.
Había entrado en la zona niche venezolana. Un infierno donde juegos difíciles de conseguir se vuelven más difíciles.
Uno pensaría que la solución es simplemente recurrir a un PS2 con sus juegos piratas… excepto que sin una conexión a Internet estable en el momento (La cantidad de años que tiene esta página es la cantidad de años que he tenido con Internet en casa) estaba condenado buscar juegos entre vendedores de juegos piratas. Pensarías que buscar Persona 4 en tales puestos sería fácil… pero no. En dos años de búsquedas solo llegué a ver una copia de SMT Nocturne, una de Digital Devil Saga (Que no funcionó dicho sea) y ninguna de Katamari Damacy.
Dependiendo de Cyber Cafes para mi internet y con mis gustos siendo el principal freno en conseguir los juegos que quiero, hice a un lado mis morales y compré un R4. Los juegos de hasta 250mb (500 en casos exagerados) eran lo más manejable que tenía. Hoy en día la situación no es precisamente más fácil, pero tengo algo de poder adquisitivo y he agarrado practica en contratar couriers (Además de que vivimos en la era de las e-shops y paypal), así que mi necesidad de recurrir a la piratería ha bajado (No desaparecido, pero la NECESIDAD por carencia de lo que quiero ha disminuido).
Nuestro amo y señor Gaben mencionó en una ocasión que la piratería era el resultado de un problema de servicio… y ese parece ser el caso a decir verdad. Todo el mundo cuenta del maldito bastardo insensato que las compañías grandes te quieren vender como el strawman que piratea juegos, o el niño que ve la galería SNES completa a un click de distancia, o a cualquier cantidad de estereotipo de personas que han recurrido a piratear videojuegos… pero pocos hablan sobre el pobre diablo que debió comprarse un R4 porque no podría jugar The World Ends With You de otro modo.
No voy a hablar sobre la situación del país con las divisas, no voy a decir nada de eso porque no vienen al caso con lo que quiero llegar en este articulo. al final del día a lo que quiero llegar es que de un modo u otro, el principal caldo de cultivo de la piratería es la necesidad. No en todos los países puede comprar un box set de alguna serie de televisión, muchas películas y programas terminan no transmitiendose en ciertos países o ciertas localidades no tienen un cine en absoluto. No todo el mundo tiene acceso a internet para ver series en linea y muchos no tienen para pagar suscripción a servicios. ¿Estoy diciendo que la piratería es justificada? Como dije, eso no es el punto al que quería llegar en este articulo, pero indiferentemente del punto en el que se quieran posicionar en la masa gris que es la piratería, no puedo evitar darme cuenta que San Gaben tiene razón. Al final del día la piratería se mantiene viva por las fallas de servicio.
Que las mismas empresas que se quejan de piratería y empiezan a utilizar medidas ridículas para evitarla procedan a usar cosas como bloqueo de región o conexión constante a internet, es uno de esos carriles de pensamiento que prefiero no explorar por miedo a enloquecer.